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Académico del IE: “los movimientos estudiantiles son los movimientos sociales de tipo cultural por excelencia”

01 de Agosto de 2022

En un ensayo publicado en la revista Perfiles Latinoamericanos, el académico Andrés Donoso aborda los movimientos estudiantiles, desde una perspectiva sociohistórica.


En 1918 los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba iniciaron una huelga solicitando profundas reformas universitarias. El movimiento, que se extendió rápidamente a todo el país y al resto de América Latina, con cierto impacto también en España y Estados Unidos, puede catalogarse como el primer movimiento estudiantil universitario en América Latina. “Desde entonces no ha pasado un año sin que un movimiento estudiantil haya irrumpido en algún país latinoamericano”, dice el académico del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la Universidad de Chile, Andrés Donoso.
Sin embargo, pese a dicha periodicidad y a la gran cantidad de trabajos académicos que analizan a dichos movimientos, hay pocos trabajos teóricos y reflexivos que los abordan de ma¬nera sistemática. “La mayoría de los trabajos, en la práctica incuantificables, se ha abocado a comprender a alguno de los grandes movimientos estudiantiles latinoamericanos, es decir, podrían caber dentro del ‘empirismo localizado’ como se explica esa tendencia a entender a los movimientos estudiantiles como fenómenos eminentemente locales, parciales y acotados”, explica Donoso. En otras palabras, se conoce poco sobre cuándo, quiénes, cómo, para qué y, lo más importante, por qué aparecen los movimientos estudiantiles.

Ese vacío es justamente lo que busca ahondar en su ensayo el académico del IE, Andrés Donoso. Titulado Movimientos estudiantiles en América Latina: bases para una aproximación sociohistórica, publicado en la revista Perfiles Latinoamericanos, el ensayo busca avanzar hacia una comprensión más profunda de los movimientos estudiantiles, desde una perspectiva sociohistórica. “Con esta comprensión, se contribuye a neutralizar algunas interpretaciones —muchas de ellas ancladas en el sentido común— que entregan una visión sesgada sobre este tipo de fenómenos. La segunda, porque así se accede a un valioso reservorio de perspectivas críticas que analizan el devenir de la sociedad”, explica Donoso.

Y es que el académico suscribe a la perspectiva que entiende a los movimientos sociales como ligados al surgimiento de los Estado nación. “No hay movimiento social antes del Estado nación, pero se entiende que dicho vínculo no sería unívoco o causal, sino más bien producto de que ambos responderían a las dinámicas derivadas del desarrollo de tres macroprocesos: los inicios de la industrialización —monetización, tecnificación y mecanización— de la economía, de la urbanización de los modos de asentamiento y de la secularización de la vida cultural”, escribe Donoso. En ese sentido, entonces, si en las sociedades actuales los movimientos sociales se expresan como un enjambre de protestas que opera simultáneamente en diversos espacios públicos, tanto los problemas, como sus vías de solución, han cambiado junto a las transformaciones que ha experimentado la sociedad.

“Es solo en la configuración actual de la sociedad que se verifican los movimientos sociales”, recalca el académico. Lograr esta comprensión contribuiría a “la confección de una cartografía con los principales conflictos sociales de tipo cultural que afectan a las sociedades contemporáneas”. Ello permite comprender, además, la naturaleza dinámica, diversa y, por momentos, contradictoria, de todo movimiento social, incluyendo la de los movimientos estudiantiles.
En su búsqueda por trazar una definición operativa de los movimientos sociales y de los movimientos estudiantiles, el académico agrega que se concibe al movimiento estudiantil como el movimiento social que ha puesto a lo cultural —en este caso a la educación en tanto es uno de los principales mecanismos de producción/reproducción del universo simbólico de la sociedad— en el centro de los encuadres —diagnósticos y propuestas— que les permiten abordar los problemas sociales denunciados.

Es decir, “junto con problematizar a la educación en general y a la universidad en particular, los movimientos estudiantiles confían en la educación como estrategia para resolver los conflictos que tienen su raíz más allá de las fronteras universitarias”, señala el académico.

Entonces, pese a que las protestas estudiantiles son tan antiguas como las mismas universidades, los movimientos estudiantiles solo aparecen con el advenimiento de la contemporaneidad, concluye el académico.

Este enfoque, a juicio de Donoso, permite “una mirada integral, transdisciplinaria y omnicomprensiva que, enraizada en la historia latinoamericana, pueda ir encontrando constantes que permitan, con la ayuda de las ciencias sociales, generar un modelo que auxilie en la tarea de comprender el cómo de los movimientos estudiantiles, pero, sobre todo, su porqué”.

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