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Cerebro y mente: una mirada a investigaciones que dan cuenta de que el enseñar es un proceso relacional

04 de Enero de 2022

En simposio realizado en el CIAE y en el que participaron expertos nacionales e internacionales, se presentaron aportes desde las ciencias cognitivas al proceso enseñanza-aprendizaje.

¿Qué pasa con el cerebro humano cuando aprendemos? ¿Qué dicen las investigaciones en torno a la dinámica del proceso enseñanza-aprendizaje? Es lo que se analizó en el simposio "Enseñando con el Cerebro en Mente", realizado el día 16 de diciembre de 2021, vía Zoom, y que contó con la participación de destacados panelistas nacionales e internacionales, quienes analizaron y expusieron diversos aportes de las ciencias cognitivas al estudio de la dinámica enseñanza-aprendizaje.

Desde una mirada a las bases neurales y cognitivas del enseñar, Paulo Barraza, académico del Instituto de Estudios Avanzados en Educación e investigador del CIAE de la U. de Chile, planteó que la habilidad de enseñar no es únicamente humana, puesto que hay estudios que indican, por ejemplo, que los suricatos son capaces de enseñarle a sus crías a cazar y los chimpancés a usar herramientas para alimentarse. Sin embargo, en los humanos enseñar es una habilidad cognitiva más compleja que involucra un fenómeno más bien relacional, pero que pareciera aparecer, según la evidencia, a muy temprana edad y que se va complejizando con el desarrollo.

“Por ejemplo, al año de vida el bebé puede apuntar, lo que puede ser un gesto que precede a lo que es enseñar. El niño le apunta, por ejemplo, a otro que se le perdió algo, queriendo ayudarlo”, apuntó Barraza. Más adelante, a los 3 años, por ejemplo, aparece la demostración (los niños no solo apuntan sino muestran cómo se hacen las cosas) y a los 5 años, con el uso del lenguaje, se acompaña esto con la explicación de cómo hacer las cosas.

Los adultos que estudian pedagogía tienen habilidades más complejas. Por ejemplo, para enseñar el profesor debe anticiparse a vacíos de conocimiento de los estudiantes y tener al otro en mente, esto último es lo que se llama mentalización en ciencias cognitivas, es decir, atribuir al otro ciertos estados mentales, como pensamientos, deseos. También el o la profesora debe ser capaz cambiar de estrategia de enseñanza si la suya no funciona, para lo cual debe usar la memoria de trabajo y/o la flexibilidad cognitiva.

“La evidencia señala que enseñar tiene que ver con dos organismos vivos que se entrelazan. Es decir, el enseñar deriva en lo que en ciencias cognitivas se llama cognición social, relacionado con cooperar, ayudar a otros o enseñar”, explicó Barraza, quien es doctor en Psicología y actualmente dirige el Laboratorio de Neurociencia del CIAE.

¿Cómo puede explicarse esto en situaciones concretas?

Para esto, los académicos Vanessa Rodríguez, Doctora en Educación de la Universidad de Harvard y profesora asistente del Centro para la Salud y Desarrollo de la Primera Infancia de Nueva York; y Mitchell Nathan, doctor en Psicología de la Universidad de Colorado en Boulder, EEUU y Profesor de Ciencias del Aprendizaje del Departamento de Psicología de la Educación de la Universidad Wisconsin-Madison, EEUU, aportaron con algunas conclusiones de investigaciones que ellos lideran.

La importancia de los gestos

Nathan expuso sobre cómo los gestos educativos pueden ayudar al proceso enseñanza-aprendizaje. Los gestos educativos son una acción frecuente de la mano y el brazo durante charlas instruccionales que ayudan al estudiante a comprender y aprender. Por ejemplo, el profesor que señala con sus manos los lados de un triángulo cuando enseña geometría.

“En términos generales, el habla se comprende mejor cuando el orador usa gestos”, dijo Nathan. Pero esto es más importante aún en pedagogía. Así, al menos, lo han demostrado los estudios liderados por Nathan y otros científicos. “Los gestos son muy importantes para la comprensión y el aprendizaje y profesores pueden mejorar sus habilidades cuando prestan más atención a lo que hacen”, añadió Nathan.

Según sus investigaciones, realizadas en laboratorios y en clases, los estudiantes tienen más probabilidad de reiterar el discurso del profesor si éste incluye gestos. “En aritmética, por ejemplo, 2 + 3 son 5. Pero en álgebra, por ejemplo, uno de los grandes desafíos para las y los estudiantes es darse cuenta de que las relaciones igualitarias cambian, porque en esta área más bien se describen relaciones entre las partes. En algunos casos el habla es inadecuada para demostrar riqueza de esos fenómenos”, explicó el académico.

Así, los gestos se usan para conectar una idea con otra, un símbolo con otro. “Y hacer conexiones es muy importante porque es como generamos sentido. Por ejemplo, podemos usar una figura balanza y un gesto correspondiente para enseñar la idea de ecuación a los estudiantes”, explicó Nathan.

La evidencia da cuenta de que los docentes usan los gestos de dos formas: haciendo conexiones en las mentes y cuando permiten construir un piso común, por ejemplo, una habilidad de equilibrio. “Esto es muy relevante sobre todo con clases en línea, es muy importante que los docentes encuentren la forma para que se vean el cuerpo y lo gestos de los profesores y de los estudiantes”, agregó el experto.

Autoconciencia y aprendizaje

Por su parte, Vanessa Rodríguez expuso sobre un estudio que exploró la salud mental de maestras durante la pandemia y cómo la autoconciencia puede contribuir a la capacidad del proceso de aprendizaje.

“Encontramos que el 99% de educadores de niñez temprana son mujeres, por lo tanto, quisimos indagar en el desarrollo de mujeres como profesoras y dibujamos una relación basada en su bienestar sicológico”, explicó la académica.

Añadió que, según los estudios, las mujeres ponen su identidad en la reciprocidad, en el contexto de mantener relaciones humanas, lo que requiere que el profesor practique la conciencia de sí mismo para traspasarlo a estudiantes y sus familias. “Por eso es importante documentar al profesor tener conciencia de sí mismo y de su desarrollo personal”, expresó.

Según la investigación que presentó y que fue realizada en 42 escuelas de EE.UU., se trabajó con 5 dimensiones de la conciencia: autoconciencia como docente, del proceso de enseñanza, la conciencia del estudiante, de la interacción y del contexto.

“Ponemos en evidencia estos 5 puntos de autoconciencia, basados en que los profesores, al igual que los estudiantes, son partícipes de la relación. En una relación positiva, hay respuesta a lo que el estudiante necesita y el profesor necesita. La autoconciencia puede ser usada para el bienestar y como un reflejo de cómo las y los docentes se ven a sí mismos y de cómo se relacionan con los estudiantes y sus familias”, explicó la profesora asistente del Centro para la Salud y Desarrollo de la Primera Infancia de Nueva York.

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